El cementerio de Uccle es uno de esos rincones de Bruselas que marcan la diferencia entre la ciudad turística y la ciudad a secas, esa que necesitas varios meses o años para conocer, si aceptamos que es posible conocerla del todo. Alejado del centro, sin a penas visitas, con la única tumba célebre de Hergé, es un viaje en el tiempo que invita a la reflexión. Nada original, adelanto: en los cementerios son todo preguntas viejas, pero las respuestas que cada uno se da siguen siendo pertinentes. Tumbas anónimas, abandonadas, olvidadas, nombres que a nadie le importan ya, lápidas de personas que nacieron antes de la revolución francesa, judíos que murieron sin conocer la segunda guerra mundial y la shoa… mármol y piedra que pierden la batalla contra la naturaleza como metáfora de todas las batallas que perderemos. Todos los cementerios, pero este en particular, ridiculizan nuestras luchas cotidianas por ser alguien, por destacar, por poseer, por figurar… la visita te pone en tu sitio, te recoloca las prioridades y te recuerda que si consigues ser feliz algunos años y mejorar un poco la vida de los que te rodean habrás cumplido de sobra con la historia. Luego, las tierra te comerá, alguien robará las letras de tu lápida, las hiedras la cubrirán… y alguien le hará una foto y escribirá cuatro obviedades sobre la vida. Es todo.
Who is that mysterious girl you are pursuing?